Un señor para quien interpretaba en un juzgado contestando al juez dijo que trabajaba «piscando brochas,» por supuesto no entendí que clase de brochas piscaba y tuve que interrumpir el proceso para que me explicara cuál era su ocupación. Piscar es un mejicanismo al parecer de origen Nahua que significa cosechar. Originalmente se refería a la cosecha del maíz pero, por lo menos en EEUU, lo aplican a cualquier cosecha. Las «brochas» que el señor piscaba eran brushes en el sentido de arbustos no las de aplicar pintura. A mi me pareció Spanglish de la peor especie debido a mi ignorancia que en México hay una planta silvestre que llaman brocha de pintor. También algunos etimólogos creen que la palabra «broza» está emparentada con brocha.
Eso si, brocha y broche no están relacionadas etimológicamente; broche viene del francés antiguo en cuyo idioma significaba pincho de asador. Al francés llegó desde el latín broccus o brocchus que quería decir protuberante, prominente, y se decía de los dientes caninos de animales y personas. De ahí viene la palabra broca sinónimo de barrena.
El nombre de uno de los huesos de la pierna, el peroné es la palabra griega para broche por asemejar un prendedor. Ese hueso lo llaman fíbula en inglés y, menos, en español pues significa broche en latín. Infibulación es un término infame que se refiere a la costumbre barbárica de suturar los órganos sexuales de las niñas para impedir el coito preservando así su virginidad.
Los romanos no llamaban fíbula al hueso, la palabra aparece en inglés con ese sentido a principios del siglo XVIII, aunque si practicaban la infibulación a esclavos de ambos sexos. A los hombres les insertaban un prendedor en el prepucio o, peor, en otras áreas de sus penes para impedir el acto sexual.
Otros países en la antiguedad usaron infibulación para el control de la natalidad. Es una vergüenza para la humanidad que en el siglo XXI todavía exista.