Del velorio de mi abuela recuerdo la abundancia de flores y su intenso aroma pero no que hubiera música. Sin embargo cada vez que escucho el Ave María de Schubert me viene a la mente aquella escena tan impresionante para un niño de cinco años. Recientemente mi hermana mayor, adolescente cuando abuela falleció, me contó que un grupo de ex-alumnos de música de la difunta habían interpretado esa y otras melodías durantes las honras fúnebres. Dada mi tierna edad posiblemente me tuvieron allí poco tiempo y solamente oí una. Es un fenómeno que llaman «la extraordinaria memoria musical de lo oído en nuestra infancia.» Algo parecido se podría nombrar memoria léxica; de algunas palabras recuerdo dónde, cuándo y cómo se cruzaron en mi camino. Entre otras, veraz, mefítico, y ecléctico.
Veraz: Un genuino troglodita, mi maestro en segundo año de bachillerato, el Hermano Nazario, una vez me dijo, ¿por qué no eres veraz como tu hermano? Me sentí insultado porque ese hermano mío era un mentiroso inveterado. Aparte de la infamante comparación, al tal Nazario yo lo aborrecía, era un idiota certificable además notorio por su ofensivo hedor personal.
Mefítico: Era de noche, llovía, junto a otros adolescentes viajaba en un sobrecargado automóvil. Repentinamente en el vehículo «el aire se tornó más denso, debido a un furtivo pebetero.» Así lo diría Edgar Allan Poe si hubiera estado presente, pero el adulto que guiaba el auto, que no era poético, bromeó sobre el mefítico aroma que saturaba el ambiente. Tal vez él haya sido el solapado emisor, sólo sé que no fuí yo.
Entiendo que Lutero concibió una de sus grandes ideas teológicas sentado en el trono de sus ancestros mientras ciertamente no emitía fragancias celestiales pero definitivamente poniendo a prueba la acendrada percepción que lo mefítico es necesariamente nefasto.
Ecléctico: Recién graduado de bachillerato en una reunión de antiguos alumnos me topé por primera vez con esta maravillosa palabra. Tan pronto llegué a casa la busqué en el diccionario. Quedé prendado de ella, así quería ser, libre de sistemas, dogmas y autoridades, aconsejado por dudas redentoras, anarquista intelectual, sin Marx ni Cristo, con la cabeza una olla de grillos, devoto del Quijote y de Sancho, pero siempre buscando algo bueno en todo, en todos, y para todos.
Acabo de aprender que el primer ecléctico fue un oscuro filósofo, Potamon de Alejandría del siglo II de nuestra era. También he sabido de un San Potamon. obispo y mártir, cuya fiesta es el 18 de mayo. Afortunadamente no nací tal día pues siguiendo las venerables tradiciones nuestras pudieran haberme endilgado tan horrible nombre, horrible aunque fuera el del ilustre desconocido que fundara la tolerante filosofía que ha normado mi existencia.